5- las relaciOnes y los ritos

Muchas veces pensamos que nuestra vida espiritual depende de asistir a un templo, de cumplir con ciertas reuniones o de repetir actos religiosos. Y sí, congregarse tiene su valor, compartir la fe con otros también fortalece; pero no debemos olvidar algo más profundo y esencial: la comunión personal con Dios.
La verdadera vida cristiana no se sostiene con paredes, ni con progra-mas, ni siquiera con la compañía de otros, sino por ese espacio íntimo y sincero donde un hijo se encuentra a solas con su Padre. Ese momento en que dejamos las distracciones, nos apartamos de los ruidos, y simplemente a solas hablamos con Él, con confianza y con franqueza, sabiendo que nos escucha.


El apóstol Pablo entendía esto muy bien. Cuando reprendió a Pedro (Gálatas 2:11-14), no lo hizo por un detalle superficial, sino porque Pedro se estaba comportando de una manera que contradecía la verdad del evangelio. Pedro conocía la enseñanza de Jesús, la había oído directamente de sus labios, pero al actuar con temor a los judíos se apartaba de los gentiles, estaba negando así la práctica de aquello que predicaba con palabras. Pablo le mostró que lo más importante no es lo que decimos públicamente, sino la coherencia de nuestra relación con los demás y con Dios, reflejada en nuestra vida diaria.
Eso mismo ocurre con nosotros. Podemos asistir a muchas reuniones, cantar himnos, escuchar predicaciones… pero si no apartamos tiempo para hablar a solas con Dios sin máscaras, entonces nuestra vida espiritual corre el riesgo de ser solo apariencia. Lo que realmente nos transforma no es el rito externo, sino la intimidad con el Señor.




No se trata de despreciar la congre-gación, ni de decir que no tiene valor, sino de recordar que lo más funda-mental es el encuentro personal. Aunque sea un pequeño espacio del día, aunque solo sean unos minutos, lo importante es que sea real. Esa comunión nos fortalece, nos da discernimiento, nos corrige y nos llena de paz.
Así como Pablo le mostró a Pedro que el ejemplo personal pesa más que las palabras, Dios nos recuerda que lo que más habla de nuestra fe no es dónde acudimos el sábado o el domingo, sino cuánto buscamos su presencia a solas, en lo secreto.
La comunión con Jesús, es la forma mas sencilla, fácil y agradable de estar en la presencia de Dios.