la educación básica

En la educación del niño, hasta los tres añitos va a aprender la obediencia; si no lo aprende en este tiempo, después le será más difícil y complicado aprenderla y a los padres enseñarle; para él mismo es el mejor momento, porque es más dependiente de los padres, y estos no tienen necesidad de emplear medios rudos ni severos como se requiere para una edad mayor.

De los tres a los ocho años, se van a ir formando sus conceptos del bien y del mal, es decir, de lo que está bien y de lo que está mal; va a ir armonizando su entorno con sus sentimientos y sus deseos.

Después de aprender la obediencia, es el tiempo del aprendizaje de lo bueno y de lo malo, es el tiempo de enseñar al niño lo que está bien y lo que está mal, para que en breve él mismo comience a emitir sus propios juicios sobre las cosas y situaciones con la supervisión de sus padres.

ACuando el niño tiene la edad de doce años, prácticamente ya tiene en su mente su carácter formado; aun siendo un niño, en su mente ya toma sus propias decisiones, aunque se ve refrenado al expresarlas por barreras que pronto saltará, barreras que aún no le permiten desarrollar todas sus capacidades, como son la fuerza, la autoridad y el poder; por su corta edad, aún no tiene acceso a ellas, pero comenzará a partir de esta edad a ir usándolas.

Por esto son tan importantes estos tres pasos: la obediencia, el conocimiento del bien y del mal y el ejercer juicios de práctica en función de estos valores, para cuando con el tiempo tenga ya acceso a exponer y defender sus propios criterios, no lo haga por medio de la imposición, ni la violencia, sino que haga un buen uso de sus capacidades más nobles y en la edad adulta sea una persona, reflexiva, justa y serena.

Vemos en ocasiones, como adolescentes cambian radicalmente de carácter con sus padres y su entorno, a medida, que se van viendo a sí mismo mayores, y con acceso a todas sus capacidades. Por ello, los padres deben ayudarles dándoles desde un principio buenas bases, primero enseñándoles obediencia, después ayudándoles a definir lo bueno y lo malo y por último, a emitir buenos juicios para, en consecuencia, tengan también buenos comportamientos.

Cuando vemos a un niño pequeño en la edad de cuatro, cinco, seis añitos gritando y diciendo: « ¡Te mato! ¡Te pego! ¡Te odio! » Aunque nos haga gracia, por su pequeñez, sin duda existe un problema en sus bases educativas que después serán cada vez más difíciles de enmendar, y a él mismo le supondrán serias dificultades para relacionarse correctamente con sus semejantes.

Al igual, cuando vemos a un adolescente o joven, de una edad de entre doce y catorce años, por su comportamiento podemos ver si estas cosas se le han enseñado y él las ha asimilado correctamente; a esa edad un buen observador ya puede observar cuál es su tendencia y cómo es su juicio, aunque él los encubra.

Siempre se puede rectificar y aprender a reformarse a lo largo de la vida, con el tiempo, porque la vida enseña, pero, desde luego, con una buena base todo le resultará más fácil, sencillo y provechoso para su propia vida.

Desgraciadamente, vemos como resultado de la ausencia de estas enseñanzas, que algunos jóvenes, cuando llegan a una edad en la cual comienzan a tomar decisiones por sí mismos, son decisiones irrespetuosas, irracionales e incluso violentas, vemos cada vez a más jóvenes que abordan con insultos y malos modales a sus mayores, profesores y compañeros.